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Madre Fundadora

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  Sta. María Soledad en la Catedral de la Almudena - Madrid (España)

 Soledad Torres Acosta, una vida hecha  servicio

                                    CANONIZACIÓN . 25 DE ENERO DE 1970

                                       

     El 11 de Octubre de 1887 M. Soledad se  dormía  en  el  regazo  del  Padre. Al   divulgarse la noticia el pueblo de Madrid, sobre todo los pobres, ya la aclamaban como "santa". La llamaban "madre de los pobres". Sus hijas, las Siervas de María le dieron sepultura en el cementerio de San Justo de Madrid, del que cinco años más tarde fueron exhumados sus restos y transportados a la Capilla de la Casa Madre en Madrid. Sita en Plaza de Chamberí nº 7

   Cursado el Proceso Ordinario fue introducida en la Sagrada Congregación de Ritos la Causa de Beatificación y firmada por el Santo Padre Pio XI el 25 de Noviembre de 1924.

   El 23 de Enero de 1938 se declaró la Heroicidad de las virtudes.               

     El 5 de Febrero de 1950 su SS Pio XII  la proclamó BEATA.

         El gozo de todas sus Hijas fue desbordante. Con este reconocimiento eclesial se hacía más resplandeciente la obra de la Iglesia en la santidad de vida de una de sus hijas y para nosotras las Siervas de María, un modelo cualificado y una luz en el caminar con fidelidad en el Instituto fundado por la  Beata Madre María  Soledad.

         El reconocimiento completo, por parte de la Iglesia, de la santidad de la Beata M. Soledad, de su poderosa intercesión, llegaría en la persona de SS. Pablo VI  fijando la fecha para su CANONIZACIÓN el día 25 de Enero de 1970.

    Toda la Congregación, la Iglesia entera, España y allí donde las Hijas de M. Soledad tienen su residencia, vibramos con este acontecimiento.

                                 

                                      

   Mª Soledad, mujer humilde, sencilla, cuya vida pasó en el ocultamiento, haciendo el bien, dedicada al servicio de Dios, iluminando algunas pequeñas "sombras de la noche del dolor", es colocada en la "Gloria de Bernini", en la Basílica de San Pedro y puesta por el Vicario de Cristo como modelo a imitar e intercesora ante Dios Uno y Trino.

                             

               ESPAÑA TIERRA DE SANTOS  

Saludo del Papa Pablo VI a los peregrinos presentes en la Basílica Vaticana para la Canonización de María Soledad Torres Acosta
 25 de Enero de 1970

      Venerables Hermanos,  amadísimos Hijos e Hijas:

 

        Cuando aún resuenan en esta Basílica las expresiones de paz y de bendición que, desde el Altar, os hemos dirigido en nombre del Señor, Nuestros labios y Nuestro corazón vuelven a abrirse para daros un saludo deferente de bienvenida y de gratitud por vuestra presencia que, bien lo sabemos, es un tributo de veneración a la nueva Santa y de homenaje delicado a cuanto nuestra humilde persona significa.


        Sois muchos y muy cualificados. Querríamos citaros personalmente, uno a uno. Consentid que lo hagamos con los Señores Cardenales de Santiago de Compostela, de Sucre y de Pamplona; con el Señor Arzobispo de Madrid-Alcalá, cuya Archidiócesis -cuna de Santa María Soledad- vive alborozada este día; con el de Valencia donde la Santa dio ejemplos de intrépida caridad; con los de La Paz, Santo Domingo y San Juan de Puerto Rico, cuyas comunidades cristianas siguen beneficiándose del ministerio amoroso de las «Siervas de María». Vemos también a otros dilectísimos Hermanos en el Episcopado de España, Francia, Portugal, Italia y América, cuyos nombres los pronuncia en silencio nuestro afecto. A todos nuestra benevolencia «in ósculo sancta» por vuestra inequívoca comunión con Nos, nuestra estima por vuestro ardiente celo pastoral.

 

            No podemos dejar de mencionar a cuantos aquí se encuentran revestidos de autoridad o de representación; en particular, a quienes dignamente integran las Misiones Extraordinarias que el Gobierno Español y el Ayuntamiento de Madrid han designado para asistir a la ceremonia que acabamos de celebrar. Más aún, nos sentimos en el grato deber de decirles nuestro aprecio por su distinguida presencia y de expresarles nuestros mejores votos.

 

            ¿Cómo no referirnos asimismo a los carísimos Sacerdotes, Religiosos, Religiosas y fieles que contemplamos tan numerosos y devotos en esta piadosa asamblea, y asegurarles toda la efusión de nuestro ánimo que los alienta y bendice? Estos sentimientos se hacen felicitación para las Siervas de María, Ministras de los Enfermos, cuya Fundadora evoca y sintetiza la trayectoria luminosa de todo su Instituto y lo compromete a seguir las huellas de fe, de humildad y de servicio, huellas de un sendero que llevó a María Soledad a la jubilosa gloria beatífica.

 
            Nuestro espíritu, rebosante de satisfacción, tendría mucho que añadir a la homilía apenas pronunciada. Recordando los orígenes de esa mujer singular que hoy veneramos, nos limitamos a ratificar nuestra admiración por su patria terrena, la entrañable España, hogar y fragua de virtudes, que inagotablemente ha ido poniendo a través de los siglos, con sus grandes santos, jalones sublimes en la marcha de su historia y en el camino de la Iglesia peregrinante. Y esto, aun en épocas difíciles como la vivida por la nueva Santa. Ella, junto con San Antonio María Claret, Santa María Micaela, Santa Joaquina de Vedruna, es un testimonio fehaciente de la Providencia que hizo brotar copiosos frutos de santidad en medio de un siglo, turbulento para la Iglesia en esa siempre recordada
 Nación. Aquí, junto a la Tumba de San Pedro, ante la cual se postró en el ocaso del ochocientos Santa María Soledad; aquí, sobre esta piedra de fe y de unidad, tenemos presente históricamente a la Iglesia de la España de ayer, a la de hoy tan rica de piedad y de obras apostólicas, y proféticamente a la del mañana, para que el Señor la siga guiando amorosa y fecundamente.

 

            No podríamos acabar, Venerables Hermanos y amadísimos Hijos e Hijas, sin invitar a un examen de conciencia que culmine en un propósito. ¿Qué debe hacer cada uno para traslucir los ejemplos que con gran actualidad nos ofrece esta Santa? Como ella, rebosemos de amor divino para volcarlo en los hermanos; captemos las angustias y las legítimas exigencias de los demás, con gran sensibilidad social; escuchemos permanentemente, con absoluta disponibilidad, despojados de voluntades egoístas y de cálculos humanos, la voz de Dios que nos hará descubrir los signos verdaderos de su presencia ye de su voluntad, esos signos que son una invitación y un estímulo para que cada uno, fiel y valientemente, viva su propia vocación cristiana que, en síntesis, es caridad.


            Así lo pedimos a Dios, por intercesión de Santa María Soledad, y a ello incita Nuestra amplia Bendición Apostólica.

   

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